Buhardilla

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domingo, 12 de mayo de 2013

UNA AVENTURA CASUAL, V " EL FINAL"

   


CUENTO, DE FICCIÓN, DE REALIDADES.



UNA AVENTURA CASUAL 

Quinto Capítulo V

EL FINAL 

Así que marchamos. Nos comunicamos con Dimitri y Tatiana, ellos eran SK 51. Dimitri,  nos dijo: "Todo está dispuesto para el día G.  por la  noche. 

Vladimir, está con los nuestros, aunque muy enfermo. Las torturas a la que lo han sometido, son muchas y no tiene voluntad. Es Como un niño, indefenso y lleno de temor". Al descifrar el mensaje de Dimitri y Tatiana, sentí pena. Era increíble que este, gran escritor pudiese estar en esas circunstancias. El mensaje continuó. "Nos siguen. Estamos en peligro. Pero a la hora exacta, estaremos en el punto B". (Se había escogido con anterioridad. Se encontraba en una gran arboleda cerca del camino y era la parte más plana de la zanja, además, los reflectores, no penetraban con su luz, a esa espesura)

Al amanecer partimos. Nos encontraríamos  con Boris y Alexandra, SK 33.  Para seguir al punto  donde debíamos efectuar la operación. ¡Era el rescate de un gran hombre, de un gran escritor, de un gran defensor de los derechos humanos! Por ello, era necesario, que la prensa, nosotros, estuviéramos allí. Por ello habíamos sido escogidos. Hasta ese momento, estábamos tranquilos, dentro de las circunstancias.

Boris y Alexandra, nos acompañarían y eran ellos los que dirigirían el rescate, ya que ellos solo, ellos,  sabían cada detalle de la operación. Se despidieron de nosotros y los dos,  marcharon rumbo al puesto de control de la frontera. 

Solo los volveríamos a ver en el momento del rescate.  Nosotros dos, llevábamos nuestros equipos de filmación y de comunicación. Nada más. (Lo estrictamente necesario, para llevar a cabo nuestro trabajo informativo y como testigos de una gran labor humanitaria). (Nuestro número de clave era: ZZ 22)

Llegamos a la ciudad más al norte de este continente, Kero. Como simples turistas, despistados, alegres, y despreocupados, no pasamos desapercibidos, pero tampoco, a nadie le llamamos la atención, simplemente, éramos unos turista y nada más. Con un guía local, llamado Sah, (el agente: SZ 1. Era el solitario de nuestra primera entrevista con Iván).  

   Llegamos al punto señalado y a la hora indicada.   Vestidos de negro, con pasamontañas que cubrían nuestros rostros, tomamos los lugares acordados y señalados por Boris, en el mapa que  por medio de Sah, nos hizo llegar, ya, que desde que nos separamos, no habíamos vuelto hablar con el.

La misión se inició: (La aventura casual, había comenzado)

 Kan, en compañía de Dimitri,  rodaron por el piso para  llegar  hasta la alambrada. (La  luz de los reflectores pasaba cada dos minutos). Yo esperaba, mi señal para comenzar a filmar con lentes infrarrojos, el más atrevido y audaz, rescate.  
  
 Alexandra y Tatiana, con sus armas, estaban a mí lado. Mientras Iván y María (así se llamaba su compañera, esa mujer hermosa,  extranjera, admirada y respetada por Iván),  su pareja. Estaban en comunicación constante con el helicóptero de la marina de un país amigo.  Que era para mí, maravilloso, por ser, completamente silencioso. 

  La radio sonó. Era Boris. Él, era el que desde el lado enemigo traía hasta la frontera a  Vladimir. (Él, fue el héroe).

Estaba cerca. Vladimir se había desmayado. Kan y Dimitri,  ya tenía cortado el alambre, todo era silencio, de pronto, el reflector se detuvo y comenzó una ráfaga de ametralladoras. Rodé hasta donde Kan. 

 Estaba bien. Volvió a pasar la luz, nos pegamos al suelo, otra ráfaga. Sentimos que algo caía, alzamos la cabeza y vimos a Vladimir que seguía sin sentido. Alexandra estaba herida en brazos de Boris. Nos arrastramos hasta ellos y como pudimos, pasamos a Vladimir por la alambrada. (Yo, tenía mi equipo prendido, el cual estaba captando todo, ya que  llevaba  también, una pequeña cámara en mi casco) Boris nos dijo: “Salgan rápido, no se detengan, hay que salvarlo a él” Kan se alejó llevándoselo.

Tomé a Alexandra y con la ayuda de Boris, comenzamos a subir. En ese momento oímos los perros; de nuevo la luz  otra vez, el sonido de las balas. 

Por fin, llegamos a la arboleda. Teníamos que correr. Alexandra estaba muy mal, llegamos al campero y huimos.

 SK 51 se quedaron en Kero, acompañando a  SK 33, que eran Boris y Alexandra ya que ella se encontraba muy grave. Nosotros, seguimos sin parar hasta Herat. Iván nos estaba esperando.

 Doce horas de viaje, la tensión de la gravedad de una compañera, el silencio que debíamos tener, para que no  nos detectaran me tenía destrozada. ¡Nos tenía destrozados a los dos! Y más, que nosotros viajábamos con Vladimir. La responsabilidad nuestra, era muy grande, demasiado grande. 

 Por fin llegamos donde nos esperaba  Iván. Era una casa abandonada, en medio de un campo grande sembrado de cebada, nos dio un trago de vodka y por fin, vimos que Vladimir volvía de su largo letargo. Bajamos a un sótano, muy bien dotado, ¡era increíble!, hasta hermoso se podía decir .

Los ojos azules del escritor, estaban vacíos, no comprendía nada, tenía las muñecas y las manos, terriblemente heridas y en el cuello, se veían las marcas del collar de hierro que le habían puesto. Era inconcebible que un gran escritor, premiado varias veces por distintos gobiernos, estuviera convertido en un pobre ser indefenso e inerte. Todo esto me tenía aterrada. 

No volvería a ser tan audaz, aprendería a ser más prudente, menos curiosa y no me sentía capaz, de volver a disfrazarme de heroína.

 Claro que me sentía orgullosa de ayudar a una persona tan admirable como el, y que, más adelante, podría ayudar a otros. Pero sabía, también, que no soportaría otra experiencia como la que estaba viviendo.

Esa noche llegaría un avión, éste nos llevaría a Kalá, de allí volaríamos directamente a París  donde Vladimir, sería llevado al hospital de la organización.

 ¿Podríamos llevar a cabo la última parte del plan?

A la media noche salimos del sótano. En el campero llegamos a la pequeña pista de aterrizaje camuflada  y prendimos las luces que solo podían ser detectadas por el avión, silencioso. Por ese pequeño aparato, que nos llevaría a la libertad. En ese instante nos dimos cuenta que los agentes enemigos nos tenían rodeados. No había escapatoria.

Con ellos estaba Boris, más muerto que vivo, nos miró y dijo: Perdón, no pude resistir más y cayó muerto. Se escuchó la señal del avión  y como pude, avisé por mi pequeño radio, que estábamos rodeados. Sentí un dolor terrible en mi pecho y caí al suelo.

En mi se-mi inconsciencia, sentía el silbido de las balas por todas partes. Vladimir, que estaba a mi lado, lloraba como un niño. Por fin, todo quedó en silencio. Vi. a Kan. Se acercó a mi y me tomó en sus brazos. A Vladimir, lo alzó Iván. Todo había terminado. Estábamos en el avión y no supe más de mí.

Cuando desperté me encontraba en el hospital de Kalá, a mi lado, Kan, con una barba de varios días, ya no era postiza y mi mano se perdía entre las suyas, vi lágrimas en sus ojos. "Gracias a Dios, estas viva y vas a estar bien. Me has hecho sufrir" Sonreí, sus labios rozaron los míos y de nuevo, quedé dormida.

Días después, ya nos encontrábamos en París.  Vladimir, ya estaba seguro en manos de un gran médico: André Legrad. (La hermosa mujer de ojos negros, la extranjera callada y triste, la compañera de Iván, era la esposa del famoso escritor.) El Doctor, fue el que le dio todas las instrucciones a Kan cuando viajó a París.  Era el jefe supremo de esa Agencia humanitaria mundial  y estaba encargado de todos los que tuviese que ver con los derechos humanos de los que  pertenecían a  la cultura, el arte, las letras, la música y las comunicaciones.

Ya sabía todo y cada uno de los misterios de esta “Aventura Casual” que en realidad, no fue tan casual.

 Nosotros, nos sentíamos feliz.  Esta experiencia pocos colegas, tenían la oportunidad de vivirla. Muchas menciones de honor tuvimos, muchos primeros puestos en concursos internacionales, diplomas, medallas. Y unas largas y lindas vacaciones. Y una gran lección...  

Treinta años después, veo con asombro, que todo sigue igual. Otras guerras, otras personas, los mismos territorios,  los pueblos más pobres, más oprimidos y con el mismo sueño de libertad, de igualdad. 

La historia se repite, hasta que nosotros mismos nos destruyamos, en aras de la ilusión, de ser libres, iguales y  felices.

NOTA: Todos los lugares mencionados. Ciudades, puntos geográficos, nombres de  personas, son producto de mí imaginación.  Es una “Aventura Casual” que nació una tarde de invierno, en compañía de un grupo de amigos y unas copas de vino tinto caliente, en mi acogedor estudio.  


Eva



Domingo 12 de Mayo de 2013
Derechos de Autor Reservados


FIN

martes, 7 de mayo de 2013

UNA AVENTURA CASUAL IV





CUENTO, DE FICCIÓN, DE REALIDADES.






Cuarto Capítulo IV


Las cinco de la mañana. Iván nos dio un suculento desayuno y luego comenzaron las instrucciones. Nuestros radios estaban en la misma frecuencia de SZ1, él estaba en la ciudad fronteriza de Kero.

La entrega sería a media noche de un  día, que solo nos comunicarían el día anterior.

 Un día que no hubiese luna y menos llena. 

 Esto, nos cubriría un poco más, pero teníamos que tener cuidado, ya que toda la frontera estaba muy bien vigilada por altas torres con grandes reflectores y vigías muy bien armados, además, existía una barrera de zanjas profundas y en la mitad de ellas, la alambrada, la cual, teníamos que cortar. La información e instrucciones que faltaban,  nos la darían en Paris, a Kan Jai o a mí.

Dejamos a Iván y cuando ya estábamos solos, comenzamos a hablar sobre esto. ¿En que nos estábamos involucrando?  ¿Con quién nos estaban  confundiendo? ¿Debíamos seguir adelante o salir corriendo?  ¿Era bueno o malo para nuestro  periódico, que solo buscaba la exclusiva de una noticia de carácter histórico y científico y que nosotros, dejaríamos  tirada  al salir detrás de algo desconocido?

¿Esto era bueno para nuestra carrera, para nuestro futuro? Nos quedamos callados a todos los interrogantes que nos planteábamos. A todas nuestras dudas,  a todas nuestras indecisiones.

No separamos y ese día cada cual, a solas, trabajamos y ni siquiera al almuerzo estuvimos juntos.  Huíamos el uno de del otro, no queríamos confrontar nuestros pensamientos, ni nuestras decisiones. 

Por la noche, ya más serenos, tranquilos y también cansados, decidimos que haríamos las dos cosas. Kan iría a Paris. Yo, me quedaría en el campamento y cubriría todo el trabajo de los dos. Teníamos que aceptar lo que el destino nos había colocado en las manos.

Kan empaco pocas cosas. Salió para  arreglar todo lo del viaje y al amanecer marcho a una nueva y desconocida  aventura que nos involucraría a los dos.

(Después, cuando ya todo terminara, yo conocería  lo vivido por mi amigo y compañero en Paris).

 Pasaron los días. Nada sabía de Kan. ¿Por qué no nos podíamos comunicar? ¿Qué estaba pasando? Varia veces estuve en el bazar al pie de la radio y hablando con Iván. El, como yo, estába sorprendido. Era un silencio absoluto. ¿Esto, era buena señal o mala?

Los días pasaban,  seguidos de sus noches. Pasó una semana, dos y al terminar la tercera, ¡llego por fin Kan!  Nada dijo… En su cara había un gesto de preocupación y al mirarme o al abrazarme, me daba la impresión de que quería protegerme de algo, de alguien…

Y llegó el día. En compañía de Iván y de su compañera, una mujer callada, hermosa, con un dejo de tristeza al hablar y unos grandes pero inexpresivos ojos negros, que adornaban su piel de una pálida blancura. No era de esas tierras, era, como nosotros, una extrajera.

¿Quién en realidad, era ella? A Iván se le notaba la admiración y el respeto que esa mujer le inspiraba. Cada vez, yo estaba más intrigada y al mismo tiempo, más decidida a llevar a cabo esta misión, de la cual, no sabía  en ese momento, menos que nada.

Partimos en una caravana pequeña de camperos del desierto y guiados por los hombres de la misma tribu, que nos había acompañado en todo el recorrido desde   Kushanh “Ciudad Perdida”  hasta las excavaciones. 

Cruzamos  el desierto en dirección norte. En la noche, acampamos en un pequeño oasis protegido de los vientos helados del desierto.

 Esa noche, fui enterada de muchas cosas: A donde nos dirigíamos, que íbamos hacer y como lo íbamos hacer. Hasta cierto punto, no corríamos un gran peligro.

 Yo,  que creía que nos habían confundido, lo mismo que Kan (  ya les había contado). Pero no. Sabían muy bien quienes éramos y fuimos escogidos. No por equivocación, sino, por ser nosotros. 

Eva


Martes, 7 de mayo de 2013


(Continuará... El Quinto y último  capítulo, vendrá pronto.) (07-05-13)


Derechos de Autor Reservados