Buhardilla

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miércoles, 2 de julio de 2014

EL ESTUDIANTE






EL ESTUDIANTE

Narración hecha por un amigo
Convertida en un cuento posible, pero no real


El sol brillaba con todo su esplendor. Los edificios de la universidad, se mostraban a mis ojos majestosos y mis sueños comenzaban a convertirse en hermosa realidad, por fin había llegado allí. Este era el principio, el primer peldaño para escalar la cumbre.

¡Cuantos sufrimientos y privaciones había tenido en el transcurso de mi niñez y juventud soñando con este día, ya estaba allí, mi carrera se iniciaba y con ella,  todas mis angustias quedaban atrás!

Esto pensaba, cuando de pronto sin saber como ni porqué, me ví rodeado de otros chicos. Todos me pedían una opinión, me hacían  preguntas: ¿Quién eres? ¿Cuál es tu partido? ¿Estas de acuerdo con las normas de la universidad? ¿Estarás con nosotros?

Una pregunta tras otra, me aturdían, no sabía que responder, ni por donde escapar de ese círculo que cada momento se iba cerrando a mi alrededor. No pensaba, tenía miedo.

Cerré los ojos y contesté: Estoy con Uds. Sus ideales son los míos; y vine aquí para prepararme y luchar contra los que nos oprimen y  explotan. Oía mi voz y no podía creer que fuera yo el que hablaba. ¿Porque había dicho esto? ¿Por cobardía? ¿O también, era  un inconforme, un rebelde anónimo, que, hasta ahora comenzaba a saberlo? 

 Llegué a ser parte del partido. Mi religión, mis ideales, mi familia, mis sueños, quedaron atrás. Las doctrinas de los grandes jefes extranjeros era lo único que me importaba y todos mis conocimientos sobre sus pensamientos, me llevaron a viajar por  el mundo y a adoctrinar a muchos jóvenes que como yo, llegaron a la universidad con otros ideales pero que por mi, cogieron otros rumbos distintos.

 Como puedes ver, era el líder y todos obedecían mis órdenes y yo, obedecía las que me daban mis jefes extranjeros.

Un día, cuando había convocado a una asamblea, entre los estudiantes vi  a una chica, pálida y delgada; en sus ojos se notaba una gran tristeza. Su mirada se cruzó con la mía por un instante y mi corazón latió con fuerza. Supe que necesitaba verla de nuevo y talvez con ella, reencontrar mi vida perdida.

Al salir, la esperé: Le pregunte: ¿Quién eres? No te había visto antes. Ella sonrió y me dijo: Que importa, soy tu camarada…Compañero. Pienso, estudio y actúo como tu. Todo mi cuerpo se estremeció de un solo golpe. Y entonces, comprendí,  que no estaba luchando por una patria libre y justa, por el respeto de los derechos individuales de cada persona, por su dignidad. Todo lo contrario, había perdido ese norte que creí encontrar, después  de superado el miedo de la intimidación de mis compañeros, el primer día.  ¿Lo recuerdas? Lo que estaba haciendo, sin querer, era destruir a esa chica como me estaba destruyendo yo. Pues su admiración por mi, no estaba basada en la verdadera libertad, sino, en una mentira colectiva que todo lo manchaba y destruía.
Caminé a su lado, no hablamos, sin buscarlo, nuestras manos se encontraron y por mucho rato, seguimos así. ¿Qué  pensaría ella? ¿Estaría como yo, recordando lo que un día fuimos, soñamos y vivimos? Llegamos a la residencia estudiantil y ella dijo, indicándome la puerta… ¿sigues?.... No, conteste rápido. Quiero verte mañana, pero no aquí y por favor ayúdame. ¿Yo a ti? ¿En que puedo ayudar a nuestro líder? A encontrarme de nuevo a mi mismo. Y ella, con coquetería y desparpajo se rió y dijo: Quiero vivir así, sin ataduras que me unan a alguien. Comprendí muy bien lo que me quería decir, lo que insinuaba, pero yo, no deseaba aprovecharme de ella, de su juventud, de su falta de experiencia. No. Le conteste firme. No.

Como en un día lejano, mi voz resonó en mis oídos y me desconocí. Recodé a ese chico-hombre que llegó a esa universidad con una alforja llena de sueños, de ilusiones y que en ese momento, no se porqué, quería volver hacer el mismo. Quise llorar, la dejé, y me perdí en la noche.

Tenía que luchar, tenía que salvarme y salvarla a ella, a esa chica, que con una mirada había hecho despertar en mí, el hombre que pensé llegaría a ser un día

¿Como desandar el camino de error y de terror que hasta  entonces fue mi vida? No sabía como. Estaba en una encrucijada. Toda la noche caminé, corrí. La desilusión, la angustia y los remordimientos, golpeaban mi cabeza. Pero por fin llegué a mi cuarto, estaba solo, rodeado de libros, armas, drogas y afiches de mujeres que ni siquiera conocía. Todo lo vi distinto, me dio asco, de todo aquello que fue motivo de placer y de delirios de grandeza y poder y como un loco, comencé a destruirlo todo.

Dormí muy poco. La mañana estaba luminosa y limpia. Fui a la residencia de las chicas y esperé con ilusión que ella apareciera. Fue inútil, no la ví, indague y nadie supo darme razón de ella, pues ni siquiera sabía su nombre. ¿Dónde estaba? Desanimado y cabizbajo, seguí mi camino, me sentía débil, la droga, me hacía falta, no podía controlar los nervios. Arrastrando los pies, convertido en un guiñapo humano, llegué a la clase de anatomía.

La voz del profesor me sacó de mi letargo, al decirnos que nos tocaba práctica en el anfiteatro, miré mis manos, temblaban. ¿Cómo iba a manejar el bisturí? Hice un esfuerzo y salí con los demás. Un grupo, entre ellos yo, fuimos escogidos para observar y ayudar al profesor en el reconocimiento del cuerpo de una chica que había muerto la noche anterior,  al tirarse de un cuarto piso bajo los efectos de la droga. Pronto recogerían su cuerpo y el profesor quería que todos viéramos los motivos de su muerte.

Como un ente, me vestí y entre al quirófano, todo estaba listo, en la mesa se encontraba un cuerpo de mujer tapado con una sábana blanca.

El profesor daba principio a la clase. Al descubrir la cara del cadáver perdí las pocas fuerzas que me quedaban: Y grite… Es ella… Dios  mío… Es ella…

¿Por qué? Yo la mate y caí al suelo sin sentido.

Ahora… Que he pasado tantos meses entre la vida y la muerte y tengo la oportunidad de compartir contigo toda esta experiencia. Solo puedo decirte que lo escribas, que digas, que fue un ángel que llegó a mi vida en el preciso momento en que tocaba fondo. Que sus ojos tristes serán mi guía y redención, me lo he jurado y se lo debo a ella.

He sabido que nadie reclamó su cuerpo, que nadie fue su amigo, que siempre estuvo sola y que estudiaba Filosofía. Ella me dio su vida para que yo, recobrara la mía.

En una mirada, me hizo conocer el amor. Este gran sentimiento, que hace que conozcamos y  comprendamos a Dios. (Fines del siglo XX)
Eva
Miércoles, 2 de julio 2014

Derechos de Autor Reservados 

1 comentario:

  1. Es triste , pero creo que la vida le dio la oportunidad de despertar, de una forma dura pero despertó¡¡¡ Creo que nuestros primeros días de Universidad, siempre son parecidos, algunos entendemos antes de ofrendar nuestras vidas a ideologías y retomamos el camino que nos corresponde y elegimos y no el que nos imponen ... besos Eva

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