MI VERDAD SOBRE LOS HIPPIE
(Era Febrero de mil novecientos sesenta y cinco) Estamos a principio de semana y hemos aceptado una
invitación original: “Ir a una comuna Hippie”. Como estudiantes, esta
invitación era la oportunidad para realizar un reportaje genial y más,
que ellos, muy organizados, nos dejarían pasar unas horas en su campamento;
pero no podíamos llevar cámaras, ni grabadoras, ni siquiera una libreta con su
respectivo lápiz.
Este nuevo movimiento
social (Esta “tribu urbana”, se puede calificar, como uno de los primeros
movimientos juveniles, rebeldes y roqueros, que degeneraron en la droga) Da
lástima, ya que sus sueños de paz y libertad era lindo.
Vamos en blue-jeans, chaqueta de gamuza, mocasines y gorros
de lana, por consejo de nuestros anfitriones y llevamos el vino tinto
recomendado por ellos. Mas una risa nerviosa que no nos dejaba ni hablar.
Nuestro grupo, estaba conformado por un profesor y cinco estudiantes (tres
mujeres, dos hombres y el profe) Llegaron
por nosotros en dos pequeños coches donde nos acomodaron. Al jefe, lo llamaban
simplemente, jefe y a su compañera, Flor de Loto. Gracias a Dios no estaban usando
ninguna sustancia en ese momento y se portaron con gentileza y hasta, con
elegancia.
Cogimos una carretera
que nos llevó a un pueblo cercano. Es una carretera con muchas curvas y siempre
en subida. El paisaje es hermoso, pero esa tarde estaba fría y nublada. La
llovizna fina, empañaba los vidrios y dejaba que el agua entrara por la
estropeada capota del auto.
Llevábamos más o menos
una hora, por una linda carretera cuando llegamos a una bifurcación y tomamos
una carretera estrecha y destapada, pero muy hermosa llena de árboles a lado y
lado y el paisaje es mucho más hermoso
que el anterior, ya que es un valle, completamente sembrado de matas de lavanda.
¡El jefe corría! A la izquierda de la carretera, se ve una
linda y pequeña capilla antigua y hacia ese lado, nos dirigimos.
La carretera se convierte en
un pequeño camino. ¡Que hermoso llano se nos presenta a nuestra vista! ¡Es
lindo que exista a ésta altura, un paisaje tan hermoso y solo a una hora y
media del centro de la ciudad!
No hemos hablado en
todo el trayecto. El Jefe y Flor de Loto,
se notan nerviosos y nosotros, no sabemos como portarnos y menos, como iniciar
un conversación normal con ellos. Por fin llegamos. El frío es terrible.
Nos esperaban ocho
parejas más.
Los vestidos, son
vistosos y muy lindos, parecidos a las mantas guajiras, del norte de
nuestro país. Algunos de ellos, llevan
ruanas largas de pura lana, cintas en la frente, grandes collares con el escudo
de la paz y muchos dijes.
Las chicas y los chicos son unos verdaderos niños, delgados,
pálidos, de ojos tristes, algunos y otros más alegres, Da lástima que jóvenes
como uno, se pierdan por ideas equivocadas.
Una chica que espera bebé,
se ve mal. Es fuerte el impacto. Pensé, que nada de lo que viera me iba s
impresionar, pero no, es duro.
(Ahora, que han pasado los años, me sigue impresionando ver y
comprender, como las personas, en especial la gente joven, se pierde en ideas
equivocadas)
El saludo es original. Colocan su mano derecha en el codo de
nuestro brazo derecho y uno debe hacer
lo mismo y dicen: “Paz y amor.”
(Es un estilo de vida, que quiero conocer y escribir sobre
él. Además, son merecedores de mi respeto y consideración, porque ellos la
escogieron)
Después del original saludo, vamos a las tiendas donde viven:
Me recuerda, a los pueblos nómadas del desierto o a los gitanos trotamundos de Europa
y también a nuestras tribus indígenas, de la amazona con sus malocas.
En la tienda más grande, forman un círculo alrededor de una
gran fogata donde parece, que es una cocina comunal. En este momento, hierve
café que nos ofrecen. Luis y yo, nos miramos y luego miramos a Flor de Liz,
quien contesta por nosotros, solo toman vino, respiramos tranquilos, y ellos se
rieron.
Sus carcajadas son burlonas pero alegres y mi temor se va
disipando. Nos sentamos en unos cojines muy bellos. En cuero entretejido,
hechos por ellos. Unos se retiran a sus
tiendas, otros, cantan baladas y otros, se sientan a nuestro lado. Algunos
tienen la mirada perdida, como si estuvieran mirando al infinito o miraran su interior… Sus recuerdos, sus vivencias y
también, sus experiencias. Ninguno nos mira.
Hablan de si mismos, para si
mismos, nos están ignorando, pero se nota que quieren hablar y talvez, compartir
con alguien, sus vidas.
Nos cuenta, que han viajado por todo el país y por fuera de
el, que son nómadas, que se han convertido en una tribu, que viven en comunión con
la naturaleza, con la vida, que para ellos es esencial y primordial el amor y
compartir conocimientos y todo lo material que cada uno tiene. O sea que no hay
propiedad individual, todo es de todos y para todos.
La mayoría viven en el campamento, otros, se reúnen, con
ellos, los fines de semana, para viajar
o para pasar pequeñas temporadas y compartir sus problemas, sus alegrías y sus logros. Por lo que puedo observar, hay
representantes de todas las clases sociales y algunos extranjeros. Todos tienen
funciones específicas.
Hay una tienda, la más grande, que es el taller, el punto de
reunión, donde cada uno va fabricando sus artesanías, es como una colonia de artesanos,
de artistas, de grandes creativos, pero para ellos, esto, no es lo importante,
pues, aunque es lo que les da para el diario vivir, no es su prioridad.
Veo algunos haciendo yoga, les pregunto si la practican como
religión y me dicen que no, que conocen algunas posturas especiales para meditar
pero nada más. Aquí cada cual,
tiene libertad para escoger su Dios y llegar a Él.
Le pregunto a Flor de Lis, por qué él es el jefe, por
qué tienen nombres de flores y no usan
sus propios nombres, como se conocieron, para poder formar ésta especie de
clan. Me mira con cierta ironía y me contesta con nostalgia: “Tenemos algo en
común, la soledad, el amor al arte, el deseo de ser justos, de que todos nos aceptemos como somos y respetemos a todos los
seres vivos del universo. En la calle nos
fuimos conociendo y comenzamos a compartir nuestras experiencias, nuestros
fracasos, nuestra soledad y angustia. Entonces, nos reunimos para formar, sin
darnos cuenta, una pequeña comunidad diferente a la sociedad de donde veníamos
y donde, por nuestras ideas de libertad, de amor y paz, somos mirados como bichos raros.
El jefe que fue el que contesto nuestras preguntas siguió… Soy
el jefe, porque ellos, todos, lo han
querido así. Pero yo no soy el que mando, u ordeno, no, ellos, de común
acuerdo, presentan sus programas de vida y yo, solo me limito a corregir, a
mejorar o a quitar aquello que creo, que nos puede hacer mal a todos o algunos
de nosotros. Llevamos nombres de flores, porque amamos la naturaleza y queremos
olvidar de donde vinimos y quienes quisieron que fuéramos.
Le hago la pregunta de rigor.
Las drogas. El se ríe. Flor de Loto, nos sirve un trago de vino, calientito y
nos contesta con otra pregunta: ¿”Creen Uds. que si estuviésemos perdidos en la droga podríamos crear tantas
cosa bellas”?
En esos momentos escuchamos la
melodiosa voz de una chica, que con su guitarra, entona una linda canción y
comprendemos, que tiene toda la razón….Hay dolor en la melodía, hay un eco de
rebeldía, pero todavía hay esperanza y amor. Vuelvo a preguntar sobre las
drogas. Y ya en forma más seria, un poco confidencial, me responde: “Si la
utilizamos” Por ella nos conocimos, por ella estamos unidos y también por ella,
hemos tenido mucho dolor. Pero, nos ha hecho madurar, luchar y ahora, casi
puedo decirles, que hemos aprendido a no dejarnos destruir por ella. Todos, o
casi todos, somos universitarios. Todos tenemos el sueño de ser libres, de no luchar
en la guerra, en que hemos vivido siempre. Con la desigualdad de clases, con la
corrupción. Queremos, simplemente, ser felices y encontrar esa Paz de la que
siempre oímos hablar, pero que nunca hemos conocido. Y ahora, puedo decirles, que
nada de esto hemos logrado, tal vez, lo más parecido a nuestro ideal, es ésta pequeña comunidad donde ahora
estamos viviendo y que cada día luchamos por mejorar para encontrar el norte de nuestras vidas,
que en el camino, hemos perdido”
Es poco lo que hablan. Cada uno vive en su mundo. Solo en
caso de emergencia, se auxilian mutuamente. Cada cual, es independiente, pero comparten,
en medio de su independencia. Su amor, sus conocimientos, sus sentimientos, su
comida, la hierba, (es la única que usan) sus experiencias, sus sueños, sus
tristezas y también, sus pequeños o grandes alegrías y logros
Le pregunté a un chico, llamado “Capullo”, sobre su
compañera, y si era verdad que las parejas se podían cambiar cuando lo
desearan. Me miro y dijo: “No. Aquí cada hombre tiene su mujer y cada mujer
tiene a su hombre, todos respetamos ese amor que nos ha unido, y solo, cuando
se presentan problemas que no se pueden remediar, entonces, si, nos separamos,
pues, lo que buscamos, es vivir felices y para esto, se necesita, amor, respeto
y mucha comprensión. Esa es la gran diferencia entre Uds. y nosotros. Nosotros,
estamos aprendiendo a vivir en paz y en armonía con Dios, con el universo, con
la naturaleza, con la vida.” A semejante respuesta, solo me quedé callada y me
perdí en mis propios pensamientos y comprendí, que tenía toda la razón.
Nosotros, aunque creemos amar, no sabemos darlo, no nos entregamos,
no buscamos comprender, no entendemos la libertad que debe existir en el amor,
la confianza, la ternura, el respeto, ese aprender a mirar, a descubrir a
nuestra pareja. El amor para nosotros, es algo distinto. Es el querer recibir
todo y no dar nada a cambio. Este chico tenía toda la razón: ¡Qué diferente
éramos y que diferente manera teníamos de afrontar la vida y nuestros
sentimientos!
No vimos ninguna escena erótica o censurable. Sus
manifestaciones de amor, eran suaves, tiernas, con un hermoso toque romántico,
algo que se veía y se sentía en ese ambiente, era como un sentimiento de
relajación y de dulzura.
Seguí observando la conducta de todos: Unos pintaban, otros bordaban,
otros tallaban en madera, otros, manejaban la cerámica con destreza. Algunos
leían o escribían, mientras otros sencillamente, dormían, todos al son de
hermosas melodías, melancólicas y un poco tristes.
Volvimos a nuestros cojines. El frío, calaba hasta los
huesos. La lluvia .arreciaba y por primera vez, el campo me pareció triste. Nos
tomamos otro trago de vino caliente y deseé, estar en casa.
No quería estar más allí.
Tanto talento perdido, tanta juventud desperdiciada, desde mi mediocre
punto de vista, me conmovía y no alcanzaba a entender porqué ellos mismos, se
querían excluir, poco a poco, de la vida, como si se estuvieran castigándose por algo.
Pedí que regresáramos. Me complacieron. Todos salieron a despedirnos.
Tomaron nuestros brazos brazo y
repitieron: “Paz y Amor” Mis compañeros
y el profesor, estaban desconcertados como yo, nos sentimos solos y subimos al coche y partimos.
La tarde caía, no hablamos. Cada uno de nosotros estábamos
sumidos en nuestros propios pensamientos.
Dos horas compartiendo
con ellos (fuera del viaje) y todo un archivo de recuerdos, que siempre vivirán en
mí, dejando una huella indeleble en mi alma.
Una experiencia más en mi vida, que la comunico, para llegar
al corazón de aquellos que creen que la libertad, es hundirse en las drogas, y
experimentar toda clase de sensaciones nuevas e irreales que no dejan que la
paz interior, esa paz que pregonan y dicen vivir, la vivan realmente y se
convierten, en seres marginados, de una sociedad corrupta, que ellos quieren
mejorar y cambiar. ¡Qué ironía! ¡Se destruyen así mismos, buscando lo mejor para
el mundo en que viven!
No hay que buscar la libertad a fuera de nosotros mismos. Aceptémonos,
como somos, demos, a los que nos rodean, lo bueno que tenemos y aprendamos amar.
Demos a los demás todo lo positivo que
tengamos y luchemos por aprender de todos, lo bueno que nos puedan dar. Esa fue
la lección que aprendí en esta visita hecha a la comunidad Hippie del año de mil novecientos sesenta y cinco, cuando era
yo, todavía una estudiante.
Ahora, este movimiento se acabó y si algo queda en los sueños
de algún joven es rechazada, ya que ahora las Tribus de Ciudad, tienen otros
intereses distintos al amor, la paz y la felicidad.
Siempre los recordaré. Han
pasado los años y los sueños de ellos no han tenido eco en nuestra sociedad que
sigue siendo igual. Esta visita, fue la clase de humanidades más bella recibida
en mi vida. Seguimos soñando con la libertad, con la paz, con la igualdad y hasta
ahora, no se ha conseguido nada.
¡Los valores no existen!
Aprendamos a amarnos y amar.
Eva
Lunes 30 de Julio de 2014
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