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UNA HISTORIA DE AMOR
EMPEZARÉ LA HISTORIA
DE VIOLETA Y MIGUEL
Miguel, era el único
hijo varón de la familia Valverde. Al nacer el, su madre murió. Por lo cual,
siempre fue mirado con resentimiento. Eran sentimientos encontrados. Se le
quería por ser el único hombre de la familia, el heredero de del apellido, de
su estirpe. Pero, como ya les comente, no se le perdonaba las circunstancias de
su nacimiento.
Por ello, desde muy
niño fue mandado a estudiar lejos, a otro país, donde su educación, formación moral, religiosa y social, fueron
de lo mejor. Este chico, a veces, en el tiempo de vacaciones estaba en casa, en
familia y se sentía, extraño. (Un extraño, entre extraños). Así, sus dos
hermanas y su padre, lo hacían sentir.
Pero él, se refugiaba en sus amigos y a veces, en sus familiares lejanos sintiéndose
mejor. Pero siempre, con el deseo de
regresar pronto a su Colegio, a su Ciudad adoptiva, que extrañaba.
Este, es un pequeño
boceto, de Miguel. Pues en realidad, nadie a su alrededor, conocía sus
cualidades, sus virtudes, sus sentimientos, que eran limpios, grandes, de una
gran sensibilidad y ternura. Mucha
nobleza había en su corazón. Pero
también había mucha triste y más, cuando estaba en familia, en su Ciudad, o en su País.
Ahora hablemos de
Violeta:
¡Era linda! Con la
típica belleza de su tierra. Mimada, amada, inquieta. Era la niña, de la
familia Montevedra. Diferente a Miguel.
A ella se le amaba, a ella, se le tenía como a una reina; tanto sus
padres, como toda la familia. Pero nadie notaba, que una de sus hermanas, desde
siempre, era diferente. Algo sutil, pero diferente.
Miguel y Violeta, eran
la pareja perfecta, de una historia de amor perfecta, de dos adolescentes,
perfectos. Iguales en todo sentido. Social, económica, intelectual, tradicional
y hasta religiosa.
(Estas observaciones,
parecen sacadas de una novela del medioevo, pero así era nuestra sociedad, en
el siglo pasado. ¡No hace nada!)
Ahora, el destino y la
vida, comenzaría a jugar, con el destino y
la vida, de estos dos chicos, lo
que ellos, jamás se imaginaron y esperaban.
Ahora, comenzarían a
caer máscaras, de hipocresía, de rabia, de envidia y el dolor marcaría la vida
de los dos, para siempre. Aun ahora, después de tanto tiempo.
Eva.
Siglo XX = Siglo
XXI
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