HOLA, ALMA MÍA
Hola Alma Mía:
Hace mucho tiempo que
no nos encontrábamos. Aunque siempre estamos juntas, pero calladas y muy solas.
¡Como aprendimos a estar solas!
Pero la tarde, su frío,
la oscuridad del ambiente y esta hora del
estío, ha hecho que nos veamos frente
a frente, de nuevo.
Sí, no digas nada… las
dos estamos tristes, muy tristes. Hoy, recordando otra tarde, otro tiempo,
otros suspiros y otros sueños.
Como siempre, la
soledad nos acompaña, a veces en silencio y otras… entre suspiros y lágrimas.
Pero tú y yo, no nos
separamos. Aunque estemos solas, aunque estemos cayadas, tristes, contentas o simplemente… perdidas en
nuestros propios sentimientos. En nuestros propios sueños… en nuestras propias
tristezas y en nuestros propios fracasos.
Esta tarde. Tiene la
misma fragancia de esa tarde, en que conocimos el dolor de la soledad. Tiene el
sonido, el ruido y la voz característica
del silencio. El ritmo cadente y suave de los árboles y el beso de la brisa, en
nuestros labios. Mientras el corazón, solo podía decir: “estas sola”. ¡Esta es
la soledad! “La que tú, no conocías porque nunca la habías vivido, porque
nunca, la habías sentido”.
Pero tú, alma mía,
decías: ¡No… siempre sola… no! ¡No! ¡Estoy
yo, que le acompaño! ¡Estoy yo, que jamás te dejare! Estoy yo. ¡Que soy su
alma!
Gracias… alma mía. Gracias.
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¿Recuerdas… el silencio
de esa gran avenida? De esa calle ancha, blanca, perfumada. Sus grandes
árboles, sus casas y edificios cerrados. Sin autos, sin gente. La briza, el
frio y nuestra soledad, nuestra nueva amiga. Alma mía. ¿Porque?
Han pasado los años,
muchos años y no se el por qué. Siempre tú
y yo hemos tenido todo y en
realidad, jamás hemos tenido nada. Solo la soledad, el silencio. Sus voces,
melodiosas, pero tristes, lejanas. También ese día, conocimos, la tristeza, en
el sonido del agua de la fuente, que
lloraba y que solo tú, alma mía y yo, comenzábamos a comprender, porque
nosotras, también, comenzábamos a conocer la soledad y a llorar.
Alma mía, ¿Recuerdas la
fecha?¿yo? Si la recuerdo muy bien y me pregunto: ¿Porque ese día, recibimos de
regalo, esto, que jamás habíamos tenido, ni sentido y que ahora y desde ese
día, siempre ha estado con nosotras? Alma mía. No entiendo. Te voy a dejar ya.
Tu hoy, no quieres recordar.
Si mucho suspiras y
nada me dices. Alma mía, hoy estas más triste que yo. No hablemos más solo caminemos, por esta
avenida, la misma donde conocimos a nuestra amiga fiel. La soledad.
Eva
Viernes 16 de
Noviembre de 2018
Derechos de
Autor Reservados de la R. de C.
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