Buhardilla

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lunes, 8 de agosto de 2016

ROBERT Y JENNY


ROBERT Y JENNY
 - ¡Mira, que me caigo!
 - ¡Ni lo digas!
 - ¿Qué hago yo, si te ocurre algo?  ¡No sé, culpa tuya será! Yo te dije que no camináramos por acá. Además, que no te subieras allí.
- ¡Está bien! ¡Está bien!
Intentaré bajar. Pero mira, que bella margarita he cortado y es para ti.  
Desde mi balcón yo escuchaba este tierno diálogo, pero nada veía. ¿Estaba soñando?
La noche era clara, cálida, pero nadie estaba a mí alrededor. 
El dialogo continuo:
- ¡Que te caes!
- Tranquila mujer,  que nada pasara. Solo quiero coger otra margarita. Siente su perfume, su fragancia es suave, tierna y quiero regalártela.  
- ¡Que me asustas!
Una risa suave, como sus voces, se escuchó y esto, si me lleno de temor. Cerré el balcón,  me refugie en la cama y abrace mi almohada. Con mi música de siempre, intente serenarme.
Pero cual sería mi sorpresa al seguir escuchando ese dulce diálogo de alguien que yo no veía.
- ¡Te lo dije!  ¡Te has caído!
¿Ahora qué hago para subir hasta allí?
-Nada, yo bajo Las margaritas no se estropearon.
- ¡No subas! He descubierto algo muy lindo y voy a mirar.
- ¡Que te bajes!
- ¡Que te calles!
Yo, entretanto, estaba quieta muy quiete y muy, pero muy, asustada.
Alcé la almohada y lo que vi, fue algo precioso.
Entonces, comprendí, que estaba dormida y que estaba soñando ya que no era posible estar despierta.
La puerta de vidrio del balcón estaba medio abierta y por ella entraban y salían dos lindas margarita. ¿Pero cómo se movían solas? Yo estaba dormida. Estaba soñando.
Una linda figurita  acababa de entrar al balcón y llamaba, a alguien.
-¿Dónde estás? Las margaritas se detuvieron y otra pequeña figurita apareció:
- Aquí estoy. Mira todo lo que he descubierto. Ni tú ni yo habíamos visto esto antes.
En ese instante, ellos sorprendidos y yo más, me vieron. Ellos quedaron mudos y quietos y yo, también.
Me observaban y yo a ellos, se movieron suavemente retrocediendo y en un movimiento rápido los agarre a los dos. Tenía que convencerme si estaba soñando, si estaba con un ataque (pequeño de locura), o que era verdad lo que ocurría, en esa noche clara de verano.
Gritaron patalearon, pero a la cama fueron a parar. Se quedaron quietitos y solo me miraban. Por fin se decidieron y con sus pequeñas manitas, comenzaron a tocar mi cara. No me moví, para que no se asustaran y después de su inspección, se recostaron en mi almohada, resignados.
 Era mi turno: Los acaricié con mi dedo índice, les dio cosquillas y se rieron.
Y así comenzó, la amistad de Robert y de Jenny conmigo. Los dos pequeños gnomos enamorados, aventureros y felices, que noche tras noche (siempre y cuando no lloviera) se robaban las margaritas de mi jardín.
Ahora, todavía me visitan y una de sus hijas, lleva mi nombre.   
Eva                
   Lunes 8 de agosto de 2016
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