48 HORAS, NADA MÁS
Hecho real
Capítulo I
Todo era movimiento en
esa casa. La pequeña, la niña, estaba enferma. Los médicos entraban y salían.
Sus hermanos estaban quietos, sorprendidos, todo en medio del silencio, era
movimiento.
Todo estaba perdido.
Nada se podía hacer ya. Solo, un milagro, solo un milagro, podía salvarla y el
milagro sin que nadie se diera cuenta, comenzaba a realizarse.
El médico, más joven
del grupo que trataba a la niña, hablo con el padre y le indico que en el país,
con el que estaban en guerra, podían encontrar la medicina adecuada para el
tratamiento de la niña. ¿Pero cómo en un tiempo de cuarenta y ocho horas
máximo, podrían ir y regresas, salir y entrar, a un país enemigo?
Pero era tanto el amor,
que de acuerdo con su esposa, decidió viajar. Emprender esa aventura con el médico, e ir en busca de la cura
para su hija.
El recorrido era
grande: Del interior del país debían llegar
a la costa. De allí, a un país
vecino y neutral, pero no fácil. Esa neutralidad, dependía mucho de su
conveniencia. De allí, irían directamente a la boca del lobo. Al país enemigo.
El tiempo, también, era su enemigo. Este corría, no solamente para ellos, sino para la niña. ¡Solo cuarenta y ocho horas! Solo este tiempo tenían. ¡En realidad no era nada!
El tiempo, también, era su enemigo. Este corría, no solamente para ellos, sino para la niña. ¡Solo cuarenta y ocho horas! Solo este tiempo tenían. ¡En realidad no era nada!
Entretanto, la niña,
seguía quieta, dormida, ausente. Solo mostraba señales de vida cuando la mamá
le tomaba la mano. Sin abrir sus grandes ojos negros, sonreía.
¿Cómo fue el viaje? Se
los contaré con detalles. Retrocederé al momento no de partida, sino como se dieron los
hechos.
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A mediados del siglo
pasado, al matrimonio de Jaime y
Antonieta, Sandoval llegó una niña. Fue una gran alegría. Todos sus demás hijos eran
chicos y soñaban, le pedían a Dios, que les diera una chiquita.
Como todos los años,
ellos viajaban a una linda casa de recreo a las afueras de la gran ciudad.
Pasaban la temporada de verano y a veces, la navidad y el año nuevo. Todos eran
felices.
Ese año, el de nuestra
historia, era navidad. Pero allí, la niña, adquirió esa grave
enfermedad y se moría.
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Luis, el médico y
Ricardo, el padre. Se prepararon para
salir. Nada podían, planear. Solo correr y en medio de esa carrera, ir buscando
la mejor manera para no ser
capturados y que el tiempo les
alcanzara. ¡48 horas, solo, 48 y nada más!
Eva
Domingo 5 de noviembre
de 2017
Derechos de
Autor Reservados. R de C.
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