Buhardilla

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domingo, 12 de noviembre de 2017

48 HORAS, NADA MÁS

48 HORAS, NADA MÁS
Capítulo II
Ricardo y  Luis ¡volaron! Llegaron a la gran ciudad y aunque nada en el camino habían hablado, nada habían planeado, parecía lo contrario. 
Llegaron a la gran Ciudad y fueron al apartamento del uno y luego, al del otro. Cada cual salió diferente. Ricardo, muy elegante pero muy fresco, y un maletín casual, Muy de acuerdo para donde iba, la costa. Luis muy juvenil y a la altura de su compañero. De nuevo, en el auto, volaron. Llegaron al aeropuerto y en primer vuelo que encontraron, salieron.
Ya en ese momento de reposo, sacaron sus papeles; sus pasaportes, sus identificaciones profesionales y el dinero. Todo lo pusieron en orden y no hablaron más. 
¡Por fin llegaron! Era corto el viaje, pero en la angustia de los dos, fue eterno.
Fueron al Hotel, el más elegante y lujoso de la ciudad costera. Se registraron, subieron a sus habitaciones y  bajaron, para salir.
Volvieron al aeropuerto y de nuevo, otro avión, con otro rumbo, se elevó en el cielo azul de un medio día llevo de esperanza y también lleno de ansiedad y angustia.
Hora y media, que se sumaban al tiempo ya gastado. Ninguno miraba el reloj, evitaban hablar pero la coordinación era perfecta.
Luego, de pasar todos los requisitos de emigración, salieron rápido, pero muy "tranquilos"  para no llamar la atención. Se dirigieron al puerto, allí, esperaban encontrar a un pescador, dueño de una compañía especializada en pesca submarina y luego de buscarle un buen rato, lo encontraron y hablaron con el muy privadamente. Se notaba que no era fácil, el dialogo a veces, observado de lejos, parecía fuerte, algo pesado y se sumaba a la desesperación de Ricardo. Luis se veía más calmado.
Se hizo el  silencio entre ellos y no se habló más. Pero, ¡Oh milagro! El pescador "El Capitán" del pesquero, los llamó a bordo y zarparon.
Primero despacio, luego a todo motor. Ya habían pasado casi, dieciocho horas, o alga más y no habían comido nada y el tiempo seguía corriendo.
 Ya entrada la noche, solo la luna iluminaba el horizonte.
 El capitán, les aconsejó que durmieran y que comieran algo, ya que al llegar a su destino, nada de esto, podrían realizar. En silencio, era casi total. Luis, dormía más tranquilo. Ricardo, más sobresaltado, pero sin dejar de pedirle a Dios, que todo saliera bien.   
De pronto y muy bruscamente, el bote paro, el motor se silenció y las luces se apagaron.
Parecía, que habían quedado suspendidos en la nada. La luna, en este cuadro, tampoco aparecía. La oscuridad y el silencio, era total. El mar, daba su cuota de misterio en este cuadro, estaba muy quieto y sereno. Pero aun así, el bote avanzaba,
Luis y Ricardo nada veían.
 El capitán, llevaba muy despacio, el pequeño barco por un canal oculto en el manglar y de pronto la luz de un farol o linterna, comenzó a emitir, señales en código morse. Ellos nada entendían. El capitán, entonces muy quedito, les comunicó que esperarían un poco y que ya, habían llegado. Que los esperaría a la hora acordada. No los podía esperar un minuto más. Los relojes fueron coordinados y dos hombres, desde la orilla del manglar los ayudaron a bajar. 
(Llevaban 22 horas y debían llegar a casa, en 26 horas, con la vacuna que salvaría a la niña)
Eva
Lunes 13 de noviembre 2017

Derechos de autor reservados. R de C. 

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