EL VIAJE
Capítulo 1
Manuela dormía. Su sueño era
plácido y nunca se imaginó que lo que soñaba, se estaba convirtiendo en una
realidad. Luego, con el tiempo, podría entender algo, de lo que esta noche
mágica le iba a regalar.
Tenía la costumbre de soñar despierta, y también, cuando dormía.
Soñaba que la amaban. Que un hombre maravillo la esperaba ¿Donde? No lo sabía. Pero esta noche lo iba
descubrir. ¿Cómo? Ya lo verán. ¡De una manera maravillosa!
Luego lo describiría de la
siguiente manera: Estaba sola, abrió el ventanal de su habitación. En vez de
ver el jardín, se vio a sí misma en una gran ciudad que no conocía. Llego a una
plaza inmensa y se sentó en un banco al pie de una hermosa fuente moderna, que
hacía parte de un edifico tan futurista como
ella y con el cual, hacía un juego
perfecto. La gente entraba y salí de allí. Era como un museo, o una biblioteca
o un gran teatro. De pronto a su lado, paso alguien, un hombre joven apuesto,
simpático que la saludó como si la hubiese conocido, en algún otro lugar o allí
mismo. Se sentó a su lado y comenzó a
pintarla.
Pintura que le hacía, pintura que
le entregaba, (eran bosquejos). Manuela no hablaba. Según ella, no le salía
ninguna palabra de su boca aunque hacía esfuerzos para modular algún sonido. Pero no. Su esfuerzo era mucho, pero de su garganta no salía ningún sonido. El,
si le hablaba. Ella, lo escuchaba. Pero
solo se limitaba a decirle que colocara su cara así o que la moviera para otro lado, pero nada más. (Solo instrucciones de un pintor para una modelo) Ella
nunca había sido modelo, nunca había posado para un artista, y no tenía ningún retrato de ella, ni de
nadie de su casa, pintado con plumilla.
Despertó. No entendía nada. A la
noche siguiente, el mismo sueño. La escena se repitió. Pero algo distinto pasó.
Él, le tomo la mano, la levanto y la
invito a dar un paseo. Ella, como la primera vez, no podía hablar. Pero se
levantó y camino con él.
Esta vez, como la primera, despertó
sobresaltada, pero vio que en su mesita, había una rosa roja, igual a la que él
le dio, en el parque.
Muy asustada, sudorosa se asomó a
su ventana y vio el mismo panorama de siempre su jardín, su bosque.
Así pasaron varios días, y el sueño
se había vuelto recurrente, siempre con pequeñas variaciones. En general, se podía decir, que igual. En el
mismo lugar, la misma hora y la total
mudes de ella.
Estaba tan asustada que buscó ayuda
profesional. Se sometió a todos los exámenes que el Médico dijo. Pero siempre
pasaba lo mismo.
En uno de esos sueños, o viajes, él
le mostró su retrato ya terminado y le dio un beso. Y como siempre, Manuela
despertó sobresaltada, nerviosa. Ya dormía acompañada, con luces prendidas,
ventana cerrada, y con el remedio que le habían formulado.
Esa noche no pudo dormir más. Así llego la
mañana. Ese día estuvo relativamente
tranquila y esa noche durmió bien.
No volvió a soñar con ese episodio
de su vida. Lo recordaba, buscaba, en todas partes, una foto que le mostrara la
fuente, el edificio, la plaza. Fue a los museos de su ciudad, conoció a la
mayoría de los pintores que pintaban con plumilla, carboncillo o lápiz. Pero no
había ninguno, ni medianamente parecido.
Así paso el tiempo, una que otra
noche, volvía en sueños, a ese mismo lugar, pero ya no encontraba al pintor y
como cosa curiosa, una que otra vez, encontraba una rosa roja en cualquier
parte de su casa, de su oficina, o en la calle o también, alguien se la
regalaba, sin ningún motivo.
Luego de un largo tiempo, salió de
viaje con su familia. Era un crucero. Y
llegaron a una ciudad, costera, famosa
por su casco antiguo y también por la parte moderna y su cultura artística.
Allí pasarían cinco días y podían ir a dormir al barco o a un hotel.
Se fueron a un hotel. Muy elegante.
(Cinco estrella) Al día, siguiente, sus padres y compañeros de viaje, salieron
temprano y Manuela se quedó hasta tarde durmiendo. Luego, bajo al comedor,
allí, noto algo raro que le llamó la atención. La gente la miraba.
Luego de desayunar, se fue a ver las tiendas que dentro de las
instalaciones del hotel había.
Se dio cuenta que había una galería
de arte y que el día anterior se había abierto una exposición de retratos,
pintados en carboncillo, lápiz y plumilla.
Esto le llamó mucho la atención pues recordó su sueño y vio el
horario en que se abría al público. No
quería perdérsela.
Siguió el recorrido por las tiendas,
entro a una a comprar algo que le llamó la atención, un vestido muy bonito y
que como cosa rara, le recordaba, también, el vestido que en su sueño llevaba.
(Recordemos que este sueño fue recurrente en ella) por lo cual, los recuerdos
eran muy claros.
Se compró el vestido y subió a su
habitación. Se vistió con él y se preparó, para estar lista e ir, a la
exposición.
Sus familiares y compañeros de
viaje, llegaron.
Bajaron todos al jardín para cambiar, ideas, ver las fotos y
planear, lo que harían en la tarde. Pero volvió a ocurrir lo mismo que en la
mañana, cuando estaba en el comedor. Había gente que la miraba con curiosidad.
Le llamó la atención, pero le restó importancia.
A las tres de la tarde entro a la
galería: llevaba en sus manos, la guía con el nombre de cada retrato y el
nombre del pintor. Ninguno era conocido por ella.
Paso al primer salón, luego al
segundo y por último el de los galardonados y más famosos.
Allí, en esa sala la gente la
miraba y susurraban entre sí. Esto, para Manuela, fue incomodo, ya que no sabía
el por qué lo hacían y pensaba en su vestido, en su peinado, se sentía
incomoda, insegura. Hasta que un chico
le preguntó: ¿Es Ud. la modelo del
pintor ganador? No supo que contestar y más, que todos la miraron
al tiempo. El chico la tomo de la mano y la llevo a la esquina del salón que
daba, precisamente, al pie de un gran ventanal desde donde se veía un jardín de
rosas.
Todos los habían seguido. Estaban
ahí, con ella y ella, estaba pálida. No decía palabra. Solo miraba, era el
retrato que en sueños, ella vio que un joven sentado a su lado, le hizo.
No dijo nada. ¡No podía hablar!
Salió de allí y busca a sus padres y a sus amigos de viaje y les contó lo
sucedido. Todos bajaron y entraron a la Sala de Exposición, a verlo. Quedaron
sorprendidos. Ellos tampoco lo entendían. Decidieron indagar. Pero poco o nada
consiguieron. Nadie lo conocía. En la guía solo decía: Roberto. Nada más. Y
ganador de esta bienal de pintura.
Fueron a la oficina, hablaron con
el Gerente, el Administrador y ellos, los enviaron al Palacio de Arte, allí
debían saber algo, ya que la exposición
era de estudiantes de allí. Y allá se fueron. Pero para Manuela no había
terminado las sorpresas. Era el edificio que ella conocía bien en sueños, vio
la fuente, vio el parque, y hasta vio el banco donde estuvo sentada los días
que duró la pintura. (Que duro, como modelo, en sueños) Vio las rosas, las
alamedas por donde camino en compañía del joven desconocido. ¡Estaba aterrada!
Entraron todos: Ella, sus padres
y cinco compañeros de viaje. Preguntaron
aquí, allí y solo le decían que se llamaba Roberto y que no era estudiante, que se había
inscrito a última hora y que era el ganador de una fortuna por su técnica y por
la perfección de la expresión que había captado en su modelo. Pero luego, se
quedaban mirando a Manuela y le decían: ¿Es Ud. la modelo? Ella solo decía: No…
No… Es la primera vez que estoy en esta Ciudad y no conozco a nadie. Pero me
gustaría conocer al artista y también a la modelo que se parece tanto a mí.
Los
empleados y artistas, del Palacio de
las Artes, fueron rodeándola y solo decían: ¡Imposible! No existen dos
personas que sean exactas. Tiene que ser Ud.
Estaba aterrada y salió de allí,
corriendo. Llego al Hotel y se comunicó con su médico. Le contó todo y el tampoco entendía
nada. "Viajo mañana, llego a tiempo, antes que el barco zarpe"
Mientras tanto, todos se
convirtieron en detectives. Indagaban aquí, allí y nada encontraban.
El premio se entregaría al termino
de ocho días, después, de inaugurada la Exposición y solo, iban tres días y el
crucero zarpaba en tres días. No había manera de conocer al pintor desconocido, llamado Roberto.
Por fin, llego el médico, lo
pusieron al tanto de todo y también, al tanto de todo, estaba los pasajero y la
tripulación del crucero. Felices de una aventura no esperada ni planeada, todos
decían que había que esperar, a la entrega de los premios, otros, se convirtieron
en detectives privados y todos abandonaron el barco y fueron a hospedarse al
hotel. Ninguno quería perderse nada. Manuela, parecía una reina, con su corte
detrás.
La pobre chica y sus padres,
estaban asustados, perplejos. El médico no encontraba nada raro, pero tampoco
natural. Y las preguntas eran muchas. Pero no había respuesta. Además, en el
comedor, o en el bar, o en su habitación, encontraba una rosa roja y decidieron regresar y dejar
el crucero y no esperar más.
Eva
Lunes, 5 de mayo de 2014
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