Buhardilla

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lunes, 5 de mayo de 2014

EL VIAJE (CUENTO DE FICCIÓN)




EL VIAJE

Capítulo 1

Manuela dormía. Su sueño era plácido y nunca se imaginó que lo que soñaba, se estaba convirtiendo en una realidad. Luego, con el tiempo, podría entender algo, de lo que esta noche mágica le iba a regalar.

Tenía la costumbre de  soñar despierta, y también, cuando dormía. Soñaba que la amaban. Que un hombre maravillo la esperaba ¿Donde?  No lo sabía. Pero esta noche lo iba descubrir. ¿Cómo? Ya lo verán. ¡De una manera maravillosa!

Manuela se quedó dormida y en su sueño, profundo. (El llamado Fase REMcomenzó su viaje.

Luego lo describiría de la siguiente manera: Estaba sola, abrió el ventanal de su habitación. En vez de ver el jardín, se vio a sí misma en una gran ciudad que no conocía. Llego a una plaza inmensa y se sentó en un banco al pie de una hermosa fuente moderna, que hacía parte de un edifico tan futurista  como ella  y con el cual, hacía un juego perfecto. La gente entraba y salí de allí. Era como un museo, o una biblioteca o un gran teatro. De pronto a su lado, paso alguien, un hombre joven apuesto, simpático que la saludó como si la hubiese conocido, en algún otro lugar o allí mismo. Se sentó  a su lado y comenzó a pintarla.

Pintura que le hacía, pintura que le entregaba, (eran bosquejos). Manuela no hablaba. Según ella, no le salía ninguna palabra de su boca aunque hacía esfuerzos para modular algún sonido. Pero no. Su esfuerzo era mucho, pero de su garganta no salía ningún sonido. El, si le hablaba. Ella, lo escuchaba.  Pero solo se limitaba a decirle que colocara su cara así o que la moviera para otro lado, pero nada más. (Solo instrucciones de un pintor para una modelo) Ella nunca había sido modelo, nunca había posado para un artista,  y no tenía ningún retrato de ella, ni de nadie de su casa, pintado con plumilla.

Despertó. No entendía nada. A la noche siguiente, el mismo sueño. La escena se repitió. Pero algo distinto pasó. Él, le tomo  la mano, la levanto y la invito a dar un paseo. Ella, como la primera vez, no podía hablar. Pero se levantó y camino con él.

Esta vez, como la primera, despertó sobresaltada, pero vio que en su mesita, había una rosa roja, igual a la que él le dio, en el parque.

Muy asustada, sudorosa se asomó a su ventana y vio el mismo panorama de siempre su jardín, su bosque.

Así pasaron varios días, y el sueño se había vuelto recurrente, siempre con pequeñas variaciones.  En general, se podía decir, que igual. En el mismo lugar,  la misma hora y la total mudes de ella.  

Estaba tan asustada que buscó ayuda profesional. Se sometió a todos los exámenes que el Médico dijo. Pero siempre pasaba lo mismo.

En uno de esos sueños, o viajes, él le mostró su retrato ya terminado y le dio un beso. Y como siempre, Manuela despertó sobresaltada, nerviosa. Ya dormía acompañada, con luces prendidas, ventana cerrada, y con el remedio que le habían  formulado.

Esa noche no pudo dormir más. Así llego la mañana.  Ese día estuvo relativamente tranquila y esa noche durmió bien.

No volvió a soñar con ese episodio de su vida. Lo recordaba, buscaba, en todas partes, una foto que le mostrara la fuente, el edificio, la plaza. Fue a los museos de su ciudad, conoció a la mayoría de los pintores que pintaban con plumilla, carboncillo o lápiz. Pero no había ninguno, ni medianamente parecido.

Así paso el tiempo, una que otra noche, volvía en sueños, a ese mismo lugar, pero ya no encontraba al pintor y como cosa curiosa, una que otra vez, encontraba una rosa roja en cualquier parte de su casa, de su oficina, o en la calle o también, alguien se la regalaba, sin ningún motivo.

Luego de un largo tiempo, salió de viaje con su familia.  Era un crucero. Y llegaron a una ciudad,  costera, famosa por su casco antiguo y también por la parte moderna y su cultura artística. Allí pasarían cinco días y podían ir a dormir al barco o a un  hotel.

Se fueron a un hotel. Muy elegante. (Cinco estrella) Al día, siguiente, sus padres y compañeros de viaje, salieron temprano y Manuela se quedó hasta tarde durmiendo. Luego, bajo al comedor, allí, noto algo raro que le llamó la atención. La gente la miraba.

 Luego de desayunar, se fue  a ver las tiendas que dentro de las instalaciones del hotel había.

Se dio cuenta que había una galería de arte y que el día anterior se había abierto una exposición de retratos, pintados en carboncillo, lápiz y plumilla.  Esto le llamó mucho la atención pues recordó su sueño y vio el horario en que se abría al público. No quería perdérsela.

Siguió el recorrido por las tiendas, entro a una a comprar algo que le llamó la atención, un vestido muy bonito y que como cosa rara, le recordaba, también, el vestido que en su sueño llevaba. (Recordemos que este sueño fue recurrente en ella) por lo cual, los recuerdos eran muy claros.

Se compró el vestido y subió a su habitación. Se vistió con él y se preparó, para estar lista e ir, a la exposición.

Sus familiares y compañeros de viaje, llegaron.

Bajaron todos al  jardín para cambiar, ideas, ver las fotos y planear, lo que harían en la tarde. Pero volvió a ocurrir lo mismo que en la mañana, cuando estaba en el comedor. Había gente que la miraba con curiosidad. Le llamó la atención, pero le restó importancia.

A las tres de la tarde entro a la galería: llevaba en sus manos, la guía con el nombre de cada retrato y el nombre del pintor. Ninguno era conocido por ella.

Paso al primer salón, luego al segundo y por último el de los galardonados y más famosos.

Allí, en esa sala la gente la miraba y susurraban entre sí. Esto, para Manuela, fue incomodo, ya que no sabía el por qué lo hacían y pensaba en su vestido, en su peinado, se sentía incomoda, insegura.  Hasta que un chico le preguntó: ¿Es Ud.  la modelo del pintor ganador?   No supo que contestar y más, que todos la miraron al tiempo. El chico la tomo de la mano y la llevo a la esquina del salón que daba, precisamente, al pie de un gran ventanal desde donde se veía un jardín de rosas.

Todos los habían seguido. Estaban ahí, con ella y ella, estaba pálida. No decía palabra. Solo miraba, era el retrato que en sueños, ella vio que un joven sentado a su lado, le hizo.

No dijo nada. ¡No podía hablar! Salió de allí y busca a sus padres y a sus amigos de viaje y les contó lo sucedido. Todos bajaron y entraron a la Sala de Exposición, a verlo. Quedaron sorprendidos. Ellos tampoco lo entendían. Decidieron indagar. Pero poco o nada consiguieron. Nadie lo conocía. En la guía solo decía: Roberto. Nada más. Y ganador de esta bienal de pintura.

Fueron a la oficina, hablaron con el Gerente, el Administrador y ellos, los enviaron al Palacio de Arte, allí debían saber algo, ya que  la exposición era de estudiantes de allí. Y allá se fueron. Pero para Manuela no había terminado las sorpresas. Era el edificio que ella conocía bien en sueños, vio la fuente, vio el parque, y hasta vio el banco donde estuvo sentada los días que duró la pintura. (Que duro, como modelo, en sueños) Vio las rosas, las alamedas por donde camino en compañía del joven desconocido. ¡Estaba aterrada!

Entraron todos: Ella, sus padres y  cinco compañeros de viaje. Preguntaron aquí, allí y solo le decían que se llamaba Roberto  y que no era estudiante, que se había inscrito a última hora y que era el ganador de una fortuna por su técnica y por la perfección de la expresión que había captado en su modelo. Pero luego, se quedaban mirando a Manuela y le decían: ¿Es Ud. la modelo? Ella solo decía: No… No… Es la primera vez que estoy en esta Ciudad y no conozco a nadie. Pero me gustaría conocer al artista y también a la modelo que se parece tanto a mí.

Los  empleados y artistas, del Palacio de  las Artes, fueron rodeándola y solo decían: ¡Imposible! No existen dos personas que sean exactas. Tiene que ser Ud.

Estaba aterrada y salió de allí, corriendo. Llego al Hotel y se comunicó con su  médico. Le contó todo y el tampoco entendía nada. "Viajo mañana, llego a tiempo, antes que el barco zarpe"  

Mientras tanto, todos se convirtieron en detectives. Indagaban aquí, allí y nada encontraban.

El premio se entregaría al termino de ocho días, después, de inaugurada la Exposición y solo, iban tres días y el crucero zarpaba en tres días. No había manera de conocer al pintor desconocido, llamado Roberto.

Por fin, llego el médico, lo pusieron al tanto de todo y también, al tanto de todo, estaba los pasajero y la tripulación del crucero. Felices de una aventura no esperada ni planeada, todos decían que había que esperar, a la entrega de los premios, otros, se convirtieron en detectives privados y todos abandonaron el barco y fueron a hospedarse al hotel. Ninguno quería perderse nada. Manuela, parecía una reina, con su corte detrás.

La pobre chica y sus padres, estaban asustados, perplejos. El médico no encontraba nada raro, pero tampoco natural. Y las preguntas eran muchas. Pero no había respuesta. Además, en el comedor, o en el bar, o en su habitación, encontraba  una rosa roja y decidieron regresar y dejar el  crucero y no esperar más.
Eva  

Lunes, 5 de mayo de 2014
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