Buhardilla

Buhardilla

sábado, 25 de noviembre de 2017

48 HORAS, NADA MAS




48 HORA, NADA MÁS

Capítulo III

Salieron  del bote, se cambiaron la ropa por la que ya les tenían preparadas los pescadores.
 No podían llamar la atención y menos, dejar al descubierto que eran extranjeros.
Tomaron las canastas con pescado y con las cabezas agachadas y con paso rápido y se dirigieron a la ciudad.
A cada lado de ellos, iba un pescador y el reloj corriendo.
¡Por fin llegaron!
Era una casa muy grande, antigua  y ahora, derruida. Parecía abandonada, pero no. Se veía movimiento en ella.
Tocaron a la gran puerta y esta, rápidamente se abrió. En silencio los cuatro pescadores entraron y caminaron al lado del hombre que les abriera. 
Totalmente vestido de blanco. 
 Los guió hasta una sala muy grande, muy elegante pero derruida. Se dirigió a una de  las cortinas de una gran ventanal, la toco y una puerta ancha, muy ancha se abrió en la pared. Ese pasadizo o corredor, se veía muy iluminado y muy limpio. Entraron los cuatro pescadores y caminaron para encontrarse con un gran laboratorio.
El hombre que allí los esperaba, los saludo muy amablemente y los dos pescadores, acompañantes, lo llamaron por su nombre. Ellos, eran también Médicos.
El Dr. jefe, hablo con el Dr. Luis y Ricardo solo escuchaba con la angustia reflejada en su rostro. ¡Era su hija la que esperaba el milagro!
Se despidieron y salieron casi corriendo, llegaron a la gran sala y volvieron a convertirse en pescadores.
 Ya la mañana,  había llegado.
Debían tener mucho más cuidado, ya que los militares eran los dueños de ellas.
Ricardo llevaba la vacuna, en su pecho, camuflada como un vendaje que cubría una herida. Su corazón latía y sus ojos, estaban nublados por las lágrimas. De él dependía la vida o la muerte de su hija.  
  Salieron y comenzaron con el pregón "pescado fresco, pescado fresco"
Así llegaron la playa y se internaron en los manglares.
 Allí el Capitán los esperaba. Cogieron sus ropas, brincaron a la pequeña embarcación y arrancaron.
Era un barco pesquero y nada más.
Pero ya faltaba poco tiempo y mucho que recorrer.   
Ya en alta mar, el barco volaba y nadie hablaba.
Pero la esperanza se comenzó a vislumbrar, la costa del continente
 apareció a la vista.
Eva  
Sábado 25 de noviembre de 2017

Derechos de autor reservado. R de C. 

domingo, 12 de noviembre de 2017

48 HORAS, NADA MÁS

48 HORAS, NADA MÁS
Capítulo II
Ricardo y  Luis ¡volaron! Llegaron a la gran ciudad y aunque nada en el camino habían hablado, nada habían planeado, parecía lo contrario. 
Llegaron a la gran Ciudad y fueron al apartamento del uno y luego, al del otro. Cada cual salió diferente. Ricardo, muy elegante pero muy fresco, y un maletín casual, Muy de acuerdo para donde iba, la costa. Luis muy juvenil y a la altura de su compañero. De nuevo, en el auto, volaron. Llegaron al aeropuerto y en primer vuelo que encontraron, salieron.
Ya en ese momento de reposo, sacaron sus papeles; sus pasaportes, sus identificaciones profesionales y el dinero. Todo lo pusieron en orden y no hablaron más. 
¡Por fin llegaron! Era corto el viaje, pero en la angustia de los dos, fue eterno.
Fueron al Hotel, el más elegante y lujoso de la ciudad costera. Se registraron, subieron a sus habitaciones y  bajaron, para salir.
Volvieron al aeropuerto y de nuevo, otro avión, con otro rumbo, se elevó en el cielo azul de un medio día llevo de esperanza y también lleno de ansiedad y angustia.
Hora y media, que se sumaban al tiempo ya gastado. Ninguno miraba el reloj, evitaban hablar pero la coordinación era perfecta.
Luego, de pasar todos los requisitos de emigración, salieron rápido, pero muy "tranquilos"  para no llamar la atención. Se dirigieron al puerto, allí, esperaban encontrar a un pescador, dueño de una compañía especializada en pesca submarina y luego de buscarle un buen rato, lo encontraron y hablaron con el muy privadamente. Se notaba que no era fácil, el dialogo a veces, observado de lejos, parecía fuerte, algo pesado y se sumaba a la desesperación de Ricardo. Luis se veía más calmado.
Se hizo el  silencio entre ellos y no se habló más. Pero, ¡Oh milagro! El pescador "El Capitán" del pesquero, los llamó a bordo y zarparon.
Primero despacio, luego a todo motor. Ya habían pasado casi, dieciocho horas, o alga más y no habían comido nada y el tiempo seguía corriendo.
 Ya entrada la noche, solo la luna iluminaba el horizonte.
 El capitán, les aconsejó que durmieran y que comieran algo, ya que al llegar a su destino, nada de esto, podrían realizar. En silencio, era casi total. Luis, dormía más tranquilo. Ricardo, más sobresaltado, pero sin dejar de pedirle a Dios, que todo saliera bien.   
De pronto y muy bruscamente, el bote paro, el motor se silenció y las luces se apagaron.
Parecía, que habían quedado suspendidos en la nada. La luna, en este cuadro, tampoco aparecía. La oscuridad y el silencio, era total. El mar, daba su cuota de misterio en este cuadro, estaba muy quieto y sereno. Pero aun así, el bote avanzaba,
Luis y Ricardo nada veían.
 El capitán, llevaba muy despacio, el pequeño barco por un canal oculto en el manglar y de pronto la luz de un farol o linterna, comenzó a emitir, señales en código morse. Ellos nada entendían. El capitán, entonces muy quedito, les comunicó que esperarían un poco y que ya, habían llegado. Que los esperaría a la hora acordada. No los podía esperar un minuto más. Los relojes fueron coordinados y dos hombres, desde la orilla del manglar los ayudaron a bajar. 
(Llevaban 22 horas y debían llegar a casa, en 26 horas, con la vacuna que salvaría a la niña)
Eva
Lunes 13 de noviembre 2017

Derechos de autor reservados. R de C. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

                



      48 HORAS, NADA MÁS
Hecho real
 Capítulo  I
Todo era movimiento en esa casa. La pequeña, la niña, estaba enferma. Los médicos entraban y salían. Sus hermanos estaban quietos, sorprendidos, todo en medio del silencio, era movimiento.  
Todo estaba perdido. Nada se podía hacer ya. Solo, un milagro, solo un milagro, podía salvarla y el milagro sin que nadie se diera cuenta, comenzaba a realizarse.
El médico, más joven del grupo que trataba a la niña, hablo con el padre y le indico que en el país, con el que estaban en guerra, podían encontrar la medicina adecuada para el tratamiento de la niña. ¿Pero cómo en un tiempo de cuarenta y ocho horas máximo, podrían ir y regresas, salir y entrar, a un país enemigo?
Pero era tanto el amor, que de acuerdo con su esposa, decidió  viajar. Emprender esa aventura con el médico, e ir en busca de la cura para su hija.
El recorrido era grande: Del interior del país debían llegar  a la costa. De allí,  a un país vecino y neutral, pero no fácil. Esa neutralidad, dependía mucho de su conveniencia. De allí, irían directamente a la boca del lobo. Al país enemigo. 
El tiempo, también, era su enemigo. Este corría, no solamente para ellos, sino para la niña. ¡Solo cuarenta y ocho horas! Solo este tiempo tenían. ¡En realidad no era nada! 
Entretanto, la niña, seguía quieta, dormida, ausente. Solo mostraba señales de vida cuando la mamá le tomaba la mano. Sin abrir sus grandes ojos negros, sonreía.
¿Cómo fue el viaje? Se los contaré con detalles. Retrocederé al momento  no de partida, sino como se dieron los hechos.
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A mediados del siglo pasado, al matrimonio de Jaime y  Antonieta, Sandoval llegó una niña. Fue una  gran alegría. Todos sus demás hijos eran chicos y soñaban, le pedían a Dios, que les diera una chiquita.
Como todos los años, ellos viajaban a una linda casa de recreo a las afueras de la gran ciudad. Pasaban la temporada de verano y a veces, la navidad y el año nuevo. Todos eran felices.
Ese año, el de nuestra historia, era  navidad.  Pero allí, la niña, adquirió esa grave enfermedad y se moría.
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Luis, el médico y Ricardo, el padre.  Se prepararon para salir. Nada podían, planear. Solo correr y en medio de esa carrera, ir buscando la mejor manera  para no ser capturados  y que el tiempo les alcanzara. ¡48 horas, solo, 48 y nada más!
Eva
Domingo 5 de noviembre de 2017
Derechos de Autor Reservados. R de C.