RECUERDO DE UNA AMIGA
Llego el verano, y con él, el anhelado viaje que nos llevaría a este grupo de chicas por por las distintas rutas de castillos,
torreones y fortalezas de Europa. Primera
escala: España.
Luego, llegaríamos a Viena, al gran
baile de la Opera, donde sería la celebración de nuestros diez y ocho años. Para
continuar el recorrido por otros países, y otras rutas, de castillos y museos.
Un viaje en pleno siglo XX. Para adentrarnos
en los primeros siglos de la historia. Sus
tiranías, sus grandes injusticias, y también, los grandes héroes de los
distintos pueblos, sometidos por la desigualdad social. Además, de conocer la
evolución de sus democracias.
Era un lindo regalo, que se nos daba. Al dejar nuestra niñez y al
convertimos en adultas. En mujeres.
¡El regalo de los diez ocho años!
¡Este viaje era un sueño!…Pero como
sueño que era, se podía convertir en
pesadilla. Y así fue.
De las veinte chicas que viajaríamos,
unas con nuestros padres, y otras, con sus nanas, y todas, bajo la dirección de
las profesoras de nuestro colegio. Al final, solo quedo un grupo de diez. Y
ahora que lo pienso, (casualidad) solo quedaron incluidas en el, las que
viajaban con sus nanas o solas. Las
otras, por un motivo o por otro, no pudimos viajar.
Y llegó el día. Todas fuimos al
aeropuerto a despedir a nuestras compañeras. Todas hacíamos recomendaciones.
Largas listas de compras. Cartas para entregar a amigos o familiares, quedándonos
con una gran nostalgia, tristeza y rabia. Todas habíamos planeado este viaje y
solo unas, lo realizarían. Las otras, tendríamos que esperar. No quedaba de
otra.
El avión partió y nosotras
cabizbajas y rabiosas nos volvimos a casa.
En cada escala que el avión hacía,
nuestras compañeras, sin olvidarnos, se las arreglaban para comunicarse con alguna de
nosotras y así todos los días, nos reuníamos para saber de ellas, sus aventuras
y también sus tropiezos.
Llegaron a España… ¡Madrid!… Un
lindo Hotel, las esperaba, en la vía Real. El lujo y comodidad de cada
habitación, tenía deslumbrada a aquellas chiquillas que, comenzaban a vivir y a
conocer otro mundo diferente al suyo.
Este primer día fue de descanso. Al
día siguiente invadieron a Madrid, con
su alegría. Querían ir a todas partes, a las grandes tiendas, a los museos, a
las exposiciones…A todo…
Así pasaron esos primeros días… Ya
era la hora de que comenzara el
recorrido turístico e histórico que se tenía planeado:
Tomaron “La Ruta de la comunidad de
Madrid”: Este las llevaría a recorrer
todos los castillos de esta Ruta. ¡Es única! ¡Es urbana! Que las llevaría a recorrer Madrid
y varios municipios cercanos de la Sierra de Guadarrama que hacen parte de
ella.
Tomaron sus morrales y salieron con
sus guías, dispuestas a conocer la historia de un país hermoso.
Lo primero que conocieron fue el
maravilloso camino histórico que conduce hasta el Monasterio de San Lorenzo de
El Escorial, que es el núcleo de esta ruta donde se encuentran edificios, obras de ingeniería y
jardines de gran valor histórico-artístico. En la primera localidad se destacan, además del Real Monasterio, las
Casas de Oficios y la Casita del Infante (o de Arriba) y, en la segunda, la
Casita del Príncipe.(la de abajo).
El primer tramo, el de ida. Parte
desde la ciudad de Madrid hasta Torrelodones, Collado Villalba y Guadarrama.
Desde aquí se accede a San Lorenzo de El Escorial y El Escorial, que conforman
el foco principal. El tercer trecho, el de vuelta, recorre Robledo de Chavela,
allí, se encuentra La Iglesia de la
Asunción de Nuestra Señora. Frenedillas de la Oliva, Navalagamella y
Valdemorillo, desde donde se regresa a la capital.
También En la Ruta Imperial se
encuentran La Atalaya de Torrelodones que se construyó en el siglo IX en el período
omeya de Al-Ándalus. Es la siguiente
edificación en antigüedad. Esta es la atalaya musulmana mejor conservada. Surgió
como una torre destinada a vigilar las posibles incursiones cristianas. Situada
en lo alto de un cerro granítico, (Su
altura es de once metros o algo más, por encontrarse en un cerro, muy
empinado). al borde de una gran autopista (Autovía del Noroeste). En
localidad de Hoyo de Manzanares. Muy cerca de esta, se encuentran las ruinas de
otra atalaya islámica, La Torrecilla.
En la Ruta Imperial se les suman varias
construcciones de siglos y estilos diferentes. Las corrientes arquitectónicas
mejor representadas son el gótico tardío, presente en la iglesia mayor de
Robledo de Chavela, y el neoclasicismo, que se concentra preferentemente en el
Real Sitio.
En la vertiente madrileña de la Sierra de
Guadarrama. Entre las construcciones premedievales, se destaca la Silla de
Felipe II, en San Lorenzo de El Escorial, tal vez la huella humana más antigua
de la Ruta Imperial. Según la tradición, fue mandada a labrar sobre una roca
natural por el monarca, que la utilizaba como observatorio de las obras del
Monasterio. Sin embargo, recientes investigaciones apuntan a que puede tratarse
de un altar vetón.
A esta oferta artística se le
añaden dos monumentos del siglo XX, sin un estilo definido: El Valle de los
Caídos y el Palacio del Canto del Pico.
Bueno, no hablemos más de la ruta
Imperial. Pero no olvidemos esta Atalaya Torrelodones que es y será, parte central
de nuestra narración. De nuestra historia, (real como todas las que les
cuento).
Así, este grupo de chicas
latinoamericanas, recorrían el mundo descubriendo su parte histórica, sus
bellezas naturales y su gran avance, en esta época moderna.
Todas felices. Pero había una,
linda, simpática, amable. Con todas las cualidades que quieras, regalarle. Que
no era feliz. Se le veía triste, pensativa, rara, pero solo a ratos y esto,
hacía que poca atención les dieran las demás. Decían: “Esta de mal genio” “Esta
cansada” llamaron un médico. Le mando, simplemente, unas gotitas para que
estuviese tranquila.
Así se terminó el viaje por España.
Siguieron, a Austria. En Viena. Fue algo de
ensueño. Cada una realizo su gran sueño.
Fueron alojadas en un pequeño
palacio, (el palacio de la Infanta) que compartieron con niñas de otras
nacionalidades y también, de Viena. Los edecanes serían hijos y nietos de los miembros
de la antigua guardia real y la mejor
casa de modas se encargaría de los vestidos de ellas y profesoras.
¡LLEGO LA GRAN NOCHE! Cada niña era
llamada por su nombre. Y de la mano de su edecán entraba por la gran alfombra
roja, hasta el centro de la pista donde eran saludadas por las autoridades de
la Ciudad. Cada una, se sentía princesa
de un cuento de hadas. Pero había una que estaba, triste, ausente… Aunque esa
noche, su belleza era radiante. ¡Era Angélica!
Como todo sueño… Termino…
En los próximos días, conocieron
todas las maravillas de esta linda ciudad. Luego, salieron rumbo a Italia, pasaron
a Alemania y llegaron a Francia. ¡Paris! ¡La Ciudad Luz! Y fueron
felices…Comprando…Comprando. Visitando museos, visitando palacios, caminando
por los Jardines Reales, visitando la torre Eiffel, navegando por el Sena y soñando…
Luego, unos días de descanso en los
viñedos del Norte y de regreso a España.
Y otras rutas de castillos e
historias. Más compras y preparar el regreso.
Pero el destino las llevaría de
nuevo a la atalaya de Torrelodones y a
la pequeña: La Torrecilla.
Todas se empeñaron en volver allí. Según
ellas, les faltaban fotos que eran importantes para sus distintos trabajos de
grado.
Y ALLÍ VOLVIERO…Se repartieron. A
las ruinas de La Torrecilla, se fueron unas, y a la Atalaya, de Torrelodones, las otras.
Angélica, la niña triste, estaba en
el grupo. Ninguna se separaba de sus compañeras. Siempre andaban de cinco en
cinco, eran diez. (Dos grupos). Cada grupo tenía una profesora que era la
responsable de él y las nanas, que
quisieran ir. Siempre, las cinco chicas de cada grupo, estaban acompañadas,
además, de un guía.
Tomaron las fotos, corrieron en los
pasillos, rieron, subieron, bajaron y luego, como chiquillas que eran, se
fueron a tender en la hierba del campo que rodea las atalayas. Saludaban a los
coches que pasaban por la autopista A-6 y reían despreocupadas.
Mariana, otra chica del grupo,
comenzó a llamar a Angélica. La buscaba y a todos le preguntaba, qué en que
grupo estaba ella. Nadie lo recordaba. Llegaron las que estaban en las ruinas
de La Torrecilla y tampoco estaba con ellas. Mariana seguí buscando a su amiga.
Ya preocupada y asustada, comunicó a su profesora y a los guías. La comenzaron
a buscar:
Las profesoras, los guías, lo mismo, una o dos de las nanas, que se encontraban en el grupo, fueron de nuevo a
las atalayas. Los guías no la encontraron. Llamaron a las autoridades de la
cercana localidad de Hoyo de Manzanares.
Pero nada… no la encontraron.
Pasando las horas, la larga tarde
de verano se terminaba y con ella, llegaron las autoridades de Madrid. Las niñas fueron devueltas al hotel. (Era más
seguro para todas) la búsqueda se prolongó todo ese amanecer.
Los lugareños, que siempre
estuvieron dispuestos, encontraron el cuerpo sin vida de Angélica entre los
jardines y arboleda que rodea la Atalaya de Torrelodones.
De allí, después de toda los trámites legales,
su cuerpo, fue llevado a Madrid.
Esta chica, que era una de las
pocas que viajaba sola, fue siempre, en todo el viaje, rodeada del afecto y
cariño de todas sus compañeras, profesoras nanas de las demás chicas.
Y ahora, estaban a su lado. Era
tanto el impacto. Que nada decían. No lloraban. Nada comentaban.
Las autoridades, la Embajada,
profesoras, y las nanas, decidieron avisar a la familia de Angélica para que
viajaran y decidieran lo que se iba hacer con el cuerpo.
Las chicas, profesoras y nanas,
fueron alojadas en la Embajada… Todos
estaban pendientes de la familia de Angélica. Y para todos, fue una desagradable sorpresa, la
indiferencia, la frialdad de sus allegados. En los días siguientes; padres de
las otras chicas llegaron para estar con sus hijas. La familia de Angélica
nunca llegó.
El tiempo pasaba. La situación era
confusa. Entonces, se tomó la decisión de sepultar a Angélica en el cementerio de Almudena, en el lugar clasificado para los
suicidas. (Todavía no se había prohibido esta discriminación) Todo el grupo asistió. (Los miembros de la Embajada, como
los padres de las otras chicas corrieron con todos los gastos). El personal del
hotel, las autoridades de Madrid, y todos los lugareños y vecinos, de la
atalaya de Torrelodones. No la
abandonaron. El vació por la falta de la familia de Angélica, no se notó.
Así, rodeada de flores, en un lindo
y caloroso día de un verano español, se
sepultó el cuerpo de una amiga, que no quiso volver a su país. Que sola,
realizó su sueño y sola, afronto la muerte.
Todas las chicas regresaron. Todas
quisieron acercarse a la familia de su compañera, pero, siempre la puerta les
fue cerrada y jamás recibidas.
Han pasado los años. La historia de
Angélica, sigue en el recuerdo de todas. Y nuestras vidas se dividió en dos (Antes
de, después de).
Los motivos de esta tragedia nadie
las supo, ni lo sabrán. Pero siempre
ella, estará en nuestro recuerdo. En el recuerdo de todos sus amigas y amigos y
cuando alguno viaja a España, busca el lugar donde fue sepultada, aunque no esté
allí, ya que con el tiempo, se exhumó su
cadáver y fue incinerado. Sus cenizas, se lanzaron al viento desde la Atalaya
del Torrelodones. Punto obligado, de
todos nosotros, sus compañeros.
Hasta acá, esta historia que nos
pertenece a todos. Los que estuvieron con ella hasta último momento y de quienes la vimos partir feliz.
Eva
Domingo 21 de Julio de 2013
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